Curiosamente, nunca fue mi primera opción. En realidad desde que era pequeño siempre había estado interesado en las matemáticas, hasta el punto de presentarme a competiciones.
Cuando iba a entrar en la universidad lo tenía clarísimo, yo quería hacer matemáticas. Y sin pensarlo me metí en la carrera, con segunda opción física, porque en bachillerato me había encantado esa asignatura. Llegué con la ilusión de un adolescente, y no llegué a terminar el segundo año...
Las matemáticas siempre fueron equivalentes a pensar para mí, y resultó que la carrera no iba de pensar, iba de memorizar demostraciones. La decepción fue mayúscula (DECEPCIÓN vamos).
Como no sabía que hacer, opté por aquel plan B que tenía al principio, y probé a ver cómo era física. El primer año de física se puede resumir como matemáticas, pero no para memorizar, sino para pensar en cómo se traduce el lenguaje de la realidad para que lo entiendan unos simios con aires de grandeza, y eso era la física. Esas matemáticas no eran una aglomeración de demostraciones, eran para pensar cómo algo tan abstracto puede regir algo tan real como somos nosotros mismos.
Entonces te das cuenta de que física en realidad es matemáticas-física, un esfuerzo de miles de años de antigüedad para abstraerse al nivel de las matemáticas, entenderlas y, lo más importante, volver a la realidad con la cordura suficiente como para explicarle a tu colega qué es, por ejemplo, un momento de inercia, y cómo se encuentra en la vida diaria por todas partes, y que lo usamos aunque no entendamos qué es eso ni que tenía nombre.
Curiosamente resultó que las matemáticas que yo quería eran para entenderlas, y eso me llevó a la carrera probablemente más difícil, pero la más reconfortante a un nivel, por extraño que parezca, metafísico.
Quién iba a decir que había personas dentro de los físicos? Y qué personas
ResponderEliminar"Y jo qué niño"
ResponderEliminarGood job btw.